martes, 30 de junio de 2009

PRESENTACIÓN

TIEMPO Y CONDICIÓN HUMANA: EN BÚSQUEDA DE EQULIBRIO

Por Luis Fernando Arévalo Viveros


“Hay crisis cultural sustantiva cuando el hombre
Se queda sin mundo en qué vivir; es decir, en qué realizar
Definitivamente su vida, que es para él lo único definitivo.
Mundo es la arquitectura del contorno, la unidad de lo que
Nos rodea, el programa último de lo que es posible e
Imposible en la vida, debido y prohibido”.


José Ortega y Gasset


Nuestro mundo actual, por tanto, nuestra cultura nos conduce, muchas veces, a vivir pensando o despreciando el futuro, un tiempo posible pero inexistente. La preocupación desmedida por el futuro nos hace ahorrar pero también consumir sin límites lo que otros dicen que será más escaso o costoso mañana. Asimismo, esa ansiedad por el futuro puede intimidarnos pues nos hace pensar en problemas o desgracias irreales que inhiben la acción en el presente. De igual manera, la angustia por el tiempo que vendrá nos obliga a estar mejor mañana aunque tengamos que pasar por encima de todo cuanto existió ayer o repudiar todo aquello que podemos disfrutar hoy.

De otro lado, el desprecio por el futuro y el pasado nos lleva a un presente solitario, sin sentido, sin rumbo claro. Ubicarse exclusivamente en el hoy, sin valorar ni recordar nuestras tradiciones o sin desear algo mejor para mañana, nos construye una vida carente de respeto por lo que nos ha rodeado, una existencia indecisa, sin aspiraciones y en últimas, violenta y destructora.

Algo semejante ocurre con las creencias y apegos exclusivos al pasado. Inexpugnables “Muros de bronce” fundidos sólo con pasado nos instauran dogmas, ideas petrificadas que se convierten en fe, aborrecimiento y embate a todo pensamiento de innovación y construcción en el hoy o para el futuro. Por tanto, todo extremo en la manera como establecemos relaciones con el tiempo, puede ser nocivo para nuestra condición humana.

De esta manera, llego al punto sobre el cual deseo llamar la atención en el prólogo de este blog: la actitud autómata de “funcionar” sólo para vivir el presente, la condición de prisioneros encadenados al pasado o la obsesión por el futuro, por lo que aún no ha llegado, tiene consecuencias desequilibrantes para nuestra condición humana: pérdida de la memoria y de la identidad, carencia de deseos, temor y rechazo a actuar y transformar, en suma, un sin sentido que equivale a deshumanización y muerte.

No es mi deseo tomar una posición apocalíptica frente al ser humano y los tiempos que lo acompañan, pues para eso ya existen suficientes libros y pastores “sagrados” de los cuales me distancio, sólo quiero insistir y recordar, junto a Ortega y Gasset, que “mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede “destigrarse”, el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse”, de ahí la necesidad de mantener, legitimar y generar discursos que humanicen, que evoquen nuestro carácter humano. Es preciso engendrar palabras orientadoras, que nos instauren como especie con el privilegio, la capacidad y el compromiso de conservar, construir y evitar la destrucción. Discursos que propongan y cimienten un humano con posiciones equilibradas frente al tiempo: considerar y respetar el pasado para vivir intensamente el presente y construir futuro.

Ejemplo de equilibrio en la relación del humano con el tiempo son nuestras culturas indígenas ancestrales, las cuales se han mantenido vivas y han protegido su madre tierra a pesar de las impresionantes dificultades; para ellas el pasado constituye su tesoro más preciado para cultivar en el presente y edificar su futuro. En contraste, con frecuencia, nosotros anulamos el pasado, perdemos la memoria, para repetir sin cesar los errores que se habrían podido evitar sólo con recordar aquello que no funcionó o aquello que fue útil en determinadas circunstancias.

Para que nuestra balanza en la relación con el pasado, el presente y el futuro se mantenga equilibrada necesitamos recordar sin cesar el holocausto nazi, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, las masacres de las bananeras, del Naya, Trujillo o El Nilo, los “falsos positivos”, la situación de las personas que diariamente son desterradas, la vida infrahumana de los secuestrados, de los presos, las quebradas y humedales que se desviaron y secaron, los peces que murieron por la dinamita, los árboles talados, etc. Todo lo anterior y más hay que mantenerlo en la memoria, porque son episodios y errores que ponen en duda nuestra condición humana. Son equivocaciones que no podemos repetir.

Pero no es suficiente con recordar, es imperioso actuar aquí y ahora. Entendiéndose el actuar como observar, sentir, interpretar, ser crítico o tomar distancia, expresar y especialmente, conservar todo aquello valioso de nuestras culturas y transformar todo aquello que nos destruye y deshumaniza. Sólo así, un futuro exitoso es factible, es probable.

El equilibrio citado puede ser logrado en y por la educación en nuestras casas, calles, instituciones escolares, organizaciones sociales como juntas de acción comunal, concejos y en la educación interior de cada uno de nosotros a través de la lectura del mundo que nos rodea. Es necesaria una educación emancipadora que se encargue de mantener la memoria, pensar y actuar para labrar un futuro cada vez más humano.

Por fortuna, hoy son muchos los espacios educativos con los que contamos para pretender el equilibrio deseado. Uno de ellos es este blog, el cual nos revive el pasado de la Comuna 5 de Popayán, lo compara con su presente para inferir y prever las variadas posibilidades de futuro que construye la misma comunidad de este sector de la ciudad.

Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, entre ellas la Internet, además de evitar que se sigan talando árboles para producir papel, han democratizado la educación, el conocimiento y despertado curiosidad y pasión por él. En la actualidad, vemos más niños, niñas, jóvenes y adultos en las salas de Internet que en las silenciosas, polvorientas, restringidas y muy desactualizadas bibliotecas. Una búsqueda o una visita guiada por la infinita estantería virtual, seguramente nos hará llegar a sitios como este blog que no son sino respuesta y posibilidad para ir al encuentro del equilibrio con nuestros tiempos.

Finalmente, la búsqueda del equilibrio entre nuestro pasado, presente y
futuro, invita a preguntarnos: ¿Qué tanto sabemos sobre el pasado de nuestros entornos vitales? ¿Qué hemos conservado y transformado? ¿Nuestra educación está promoviendo el fortalecimiento de nuestra condición de humanos? ¿Nuestras instituciones educativas nos hacen leer e interpretar el mundo que nos rodea? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Seguimos encerrados en cuatro paredes creyendo conocer nuestros mundos en papeles amarillentos? Las respuestas son nuestra tarea.